Si alguien llegó a la Peter Rock esperando ver a un chaval acomodado viviendo de la sombra de su apellido, anoche se tragó sus prejuicios con patatas. Linaje llenó la sala hasta los topes y dejó claro que aquí no hay favores familiares, sino sudor, actitud y un directo que no tiene un puto respiro.
Desde el primer acorde de Ay, morena mía, la banda se plantó en el escenario con la seguridad de quien sabe que tiene algo que decir. Querida libertad y La sin razón rugieron con ese sello del rock urbano que llevamos en la piel, pero sin sonar a copia de nadie. Su sonido bebe de la escuela de Marea y Bocanada, claro, pero con un punto más crudo y sin tanto envoltorio poético.El momento acústico con Aún me duele fue un golpe al pecho, sin más. Y cuando atacaron A la luna le sobran canciones, ya no quedaba nadie que no estuviera entregado.
¿El público? Más joven de lo que solemos ver en estos tinglados, y eso es una buena noticia. Parece que el relevo generacional en el rock está asegurado, al menos mientras bandas como Linaje sigan pateándose salas pequeñas como esta, sin miedo y sin excusas.
La frase de la noche la dejaron caer ellos mismos: «Lo único malo de Linaje es que solo tenemos un disco». Puede sonar a sobrada, pero después de lo de ayer, que vayan grabando el segundo rápido, porque se lo han ganado a golpe de directo.
En resumen: el rock no se hereda, se curra. Y Linaje tiene claro que su sitio en esto no se lo regalan, se lo van a ganar.